Más allá de su ataque a Vladimir Putin, Trump se dirigió también a Volodímir Zelenski, calificando su manera de expresarse como un factor que "solo da problemas". Para Trump, la responsabilidad recae en la mala gestión de líderes que contribuyeron a generar un conflicto que se vive a diario entre la violencia y la desesperanza. Esta crítica se salta la complejidad de la situación y el sufrimiento real de quienes perdieron a sus familares, de los niños que experimentan temor en cada explosión y de las familias que día a día buscan mantener viva la esperanza en medio del derrumbe de la paz.
Desde una perspectiva progresista, este discurso no hace sino reproducir una poética deshumanizante que genera división. Reducir un conflicto tan arraigado en años de intervenciones, desigualdades estructurales y economías dominadas por intereses hegemónicos a simples acusaciones personales ignora las profundas raíces que han llevado a las comunidades a un estado de vulnerabilidad y dolor. La crisis en Kiev, así como en muchas otras zonas afectadas, es también el resultado de políticas que han dejado a pueblos enteros sin los recursos y el reconocimiento que necesitan para sobrevivir con dignidad en un mundo inequitativo.
Es importante recordar que detrás de las cifras y de los titulares polémicos se encuentran historias de personas reales: madres y padres que han perdido la inocencia de sus hijos, trabajadores que han visto truncados sus sueños y comunidades enteras que han tenido que aprender a reconstruirse sobre los escombros de una violencia injustificada. La simplificación de estos cuadros complejos en meras etiquetas sirve para desviar la atención de la necesidad urgente de políticas basadas en el diálogo, la solidaridad y la justicia social.
En un mundo que clama por soluciones humanitarias, es vital que los líderes y portavoces de la política internacional opten por discursos que prioricen la empatía, el respeto y el compromiso real con el bienestar de las personas. Solo así podremos avanzar hacia un futuro en el que la paz se construya sobre fundamentos de equidad y entendimiento mutuo, y no en el filo cortante de retóricas que, a la larga, alimentan la división y el sufrimiento.
Por Guada Cegarra
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