Por las próximas seis semanas, exploró España combinando el gusto de viajar con el cariño de estar con los suyos. Ya había estado antes en España, pero en esta ocasión, con más tiempo libre y con familiares esperándome en Alicante, experimentó el país de un modo más íntimo y propio.
Su aventura inició en Alicante, donde vive una parte de su familia. Ahí transcurrió varios días gozando del ambiente mediterráneo, degustando platos típicos y reconociendo lugares de una ciudad que ya le resultaba familiar. Para él, Alicante no era un simple destino vacacional, era un centro de conexión sentimental, un sitio que le da la combinación ideal de reposo, cariño y costumbres locales.
Partiendo de ahí, comenzó su recorrido por el resto del territorio. Visitó ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia, pero también se fue hacia el norte, descubriendo Bilbao, San Sebastián y Santiago de Compostela. Si bien muchas de estas ciudades ya las había conocido en viajes anteriores, esta vez lo hizo con mayor serenidad, tomándose el tiempo para explorar otros barrios, probar platos desconocidos y charlar con los habitantes. España, reflexionó, siempre tenía algo diferente para mostrar, incluso en aquellos lugares que ya había visitado.
La etapa final fue al sur: Granada, Sevilla y Córdoba lo maravillaron con su fusión de culturas, sus panoramas andaluces y la intensidad que se siente en cada esquina. Al concluir el viaje, no solo se llevaba consigo innumerables fotografías y recuerdos, sino también un sentimiento de amor más intenso. España había dejado de ser solamente un sitio turístico, para convertirse en un país con el que mantenía un fuerte vínculo, hondo y cada vez más estrecho.
Por Nacho Roca
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