Durante décadas, ir al cine fue más que un plan: era una experiencia. Elegir la función, comprar palomitas, esperar el tráiler. Hoy, para muchos, basta con un clic y una manta. Las plataformas de streaming han cambiado por completo la forma en la que vemos películas y con ello, el gusto del público.
Según un informe del Observatorio Audiovisual Global, en 2024 las salas de cine perdieron un 35% de su público joven en comparación con 2018. En cambio, servicios como Netflix, Prime Video y HBO Max aumentaron su número de usuarios activos entre los 13 y los 25 años. ¿Qué está pasando?
Hablamos con Francisco, un estudiante de 16 años, que dice no haber ido al cine desde hace más de un año. "Prefiero ver las pelis desde mi cama. Puedo pausarlas, repetir escenas o ver tres seguidas. Además, es más barato", explica él.
Pero para otros, el cine sigue siendo un ritual. Un ritual en el que hay cosas que solo se viven en la sala: la pantalla gigante, la reacción del público y la concentración total.
La industria lo sabe y se está adaptando. Cada vez más películas se estrenan de forma híbrida: en salas y en plataformas al mismo tiempo. Incluso algunos festivales han comenzado a aceptar películas producidas exclusivamente para streaming.
¿Es esto el fin del cine tradicional o simplemente una evolución? Para muchos expertos, "el cine no está muriendo, está cambiando. Solo sobrevive lo que se transforma".
Una cosa es cierta: las nuevas generaciones no quieren consumir el cine como sus padres, y eso obliga a repensar la experiencia cinematográfica. El cine sigue vivo, pero ya no se ve igual.
Por Luisa Villarreal
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