Hablar de sexualidad sigue siendo difícil en muchas casas y escuelas, mientras que Internet se vuelve la principal fuente de lo que “debería ser”.
La adolescencia siempre fue una etapa de descubrimiento, preguntas y dudas. Pero en los últimos años, los y las adolescentes exploran su sexualidad desde otros medios que antes no existían. Hoy, las redes sociales marcan un ritmo, moldean los cuerpos ideales y generan nuevas formas de relacionarse. En este nuevo sistema, las escuelas y las familias tratan de acompañar, aunque casi siempre no llegan a lograrlo.
“En TIK TOK hay de todo. Algunos videos informan correctamente, otros no, pero también hay mucha presión para verse de cierta forma, como que si no te ves sexy, no existís”, dice Julieta, una adolescente de 17 años, estudiante secundaria del colegio Espíritu Santo de Buenos Aires.
Esa presión estética y sexual no es menor. Para muchos adolescentes las redes sociales se convirtieron en una fuente de experiencias sexuales y un referente de la sexualidad, aunque la información no siempre es precisa o saludable. Además, las prácticas como el sexting, los nudes o las relaciones virtuales generan nuevas dinámicas que las escuelas y las familias, como figuras de protección no saben abordar.
En muchos hogares, hablar de sexualidad sigue siendo un tema incómodo o directamente prohibido. Algunos padres y madres están atravesados por tradiciones o creencias y optan por el silencio. Por lo que genera que los hijos busquen información en Internet o en otras experiencias, lo que termina creando una idea completamente errónea de lo que es la sexualidad o en muchos casos también termina generando culpa por experimentar algo q lo tienen reprimido.
“La falta de diálogo deja a les adolescentes desprotegides”, afirma la licenciada Victoria Bonilla, psicóloga. “Necesitan saber que lo que sienten es válido, que el deseo no es algo sucio y que tienen que decidir sobre su cuerpo”.
El desafío está sobre la mesa: acompañar a las juventudes en un contexto donde los cambios son rápidos, las pantallas omnipresentes y la información infinitiva, pero no siempre confiable. La respuesta está en la escucha, en la ESI, y en una comunidad que se anime a hablar lo que muchas veces se calla.
Por Juana Ryske
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