Nuestra mente en la pandemia, ¿por qué esto parece infinito?

Parece que cada día es igual al anterior y que no hay avance alguno. Realizamos tareas sin parar y nos vamos a dormir con la cabeza abollada, las ojeras hasta el piso y el cuerpo caído. El trabajo no para, la exigencia tampoco y la ansiedad prospera, nuestro cuerpo lo ve y cae con nosotros. 

Todos sabemos que nuestra rutina sufrió forzosos cambios a los que tuvimos que adaptamos; se volvió repetitiva y poco saludable. Los días transcurrían en la computadora, no existía cambio y el cambio es saludable. A medida que pasaba el tiempo las ganas se iban perdiendo pero como el trabajo es un deber no parábamos, como robots, existiendo y dejando todo de nosotros con tal de cumplir cada una de las exigencias que se nos presentaban. 

Está comprobado que las horas de trabajo aumentaron en gran cantidad. Lo que antes se realizaba en clase pasó a ser realizado totalmente en nuestras casas, lo cual volvió el trabajo mucho más agotador y extenso. Muchas personas llegaron a pensar que la virtualidad hacía el trabajo mas fácil y que había que aprovecharlo. Pero si hablamos de las responsabilidades que debemos cumplir como estudiantes o trabajadores no es exactamente lo mejor. La mayor cantidad de trabajo y la falta de estímulos externos provoca mucho cansancio y estrés, como la infinidad de factores de distracción que tenemos como para no hacer las cosas. Así como también la incertidumbre de no saber qué pasará y la enorme falta de respuestas influyen en nuestra mente. Con temor, preocupación constante por sucesos que no ocurrieron, dificultad en el rendimiento, falta de sueño y movilidad.

Al final, hacés todo lo posible para terminar todos los trabajos, conseguir paz y liberarte de la culpa de no hacer. Todas las actividades realizadas en el mismo lugar con las mismas personas, el mismo estímulo, y nosotros obligados a adaptarnos a dichas condiciones. Los profesores desde su lugar haciendo lo posible para poder sobrellevar la situación, buscando las ganas de donde podían. 

Esta situación fue desbordante y muy difícil de controlar. Sentimos la obligación de cumplir con las exigencias descuidando nuestra alimentación, sueño y ánimo. El Covid no sólo se mete con las personas con problemas respiratorios o de sangre, también se mete con las personas que se debilitaron por la falta de movilidad, por no dormir las horas suficientes. Eso influye en nuestra salud tanto física como mental y puede bajar nuestras defensas contra el virus.

Pero no todo es tan negativo. Esta situación por la que estamos pasando sirve para tomar conciencia de cómo nos sentimos y ayudarnos para así también poder ayudar a los demás. Nuestro bienestar sí importa y muchas veces hace falta priorizarlo. Hagamos todo para estar bien y así cuidar a los que nos rodean.



 Por Luciana Díaz




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