Lo que no te cuentan del mundo del ballet

Poco se habla sobre las exigencias y requisitos que imponen las compañías de ballet hacia los bailarines ya que los mismos se enfrentan a problemáticas tanto físicas como psicológicas.

El mundo del ballet siempre estuvo lleno de estereotipos. La cuestión es que el que no vive la experiencia de bailar se alimenta de lo que ve. Mucho se habla sobre la exclusividad de este entorno, un circulo al que no todo el mundo tiene acceso, ya que exige preparación tanto física como mental para esta elite tan rigurosa. ¿Qué tanto se acercarán a la realidad todos los rumores esparcidos por décadas sobre los bailarines y sus compañías?

En películas como el thriller psicológico Black Swan, series como Dance Academy o documentales como el de Dancer (de Sergei Polunin, exitoso bailarín) se da a conocer la rigurosidad que exige el ballet y cómo puede afectar a los bailarines. Si bien muchos pueden pensar en que es solo ficción la forma dramática en la que se plantea el profesionalismo del ballet, muchos bailarines afirman que aquella dramatización no está tan alejada de la realidad. La bailarina Giovanna Cirianni afirmó la existencia de crisis tanto físicas como emocionales producto de la exigencia: “Así de atrapado te puedes sentir, así de asfixiado” citó la bailarina.

En grandes compañías de ballet las exigencias por las que los bailarines profesionales pasan quedan opacadas al observar los resultados: esos majestuosos y ligeros pasos que parecen no tener esfuerzo alguno, o al ver las zapatillas de punta hermosas, flexibles y arqueadas. Muchos profesionales trabajantes de la anatomía de los bailarines han brindado observaciones sobre sus esfuerzos en las zapatillas. “Las zapatillas de ballet pueden verse delicadas pero hay algo de corsé isabelino en ellas que refleja su severo propósito: equipar al bailarín para hacer maniobras para las que no ha sido diseñado el ser humano. Kilo por kilo, los bailarines son tan fuertes como los jugadores de futbol americano, probablemente más fuerte. Están ejerciendo una fuerza equivalente a 10 a 12 veces su peso corporal, subiendo y bajando en esas zapatillas de ballet” dice Lisa M.Schoene, una podóloga de Chicago y entrenadora de bailarines y atletas olímpicos.

Muchos bailarines luchan con trastornos alimenticios ligados a desarreglos en su dieta y mismo siete de cada diez bailarinas paralizan su ciclo menstrual al competir por pesar menos. La directora del Royal Ballet, Mónica Mason afirmó en una entrevista: “Cualquier director de una compañía de danza que asegura no haber trabajado nunca con un bailarín anoréxico está mintiendo”. Los bailarines pasan por series de intentos por llegar a la “perfección” que tanto impone la disciplina del ballet; porque cuando un bailarín profesional pasa 56 horas a la semana frente a un espejo practicando, comienza a ver detalles no tan importantes para la vista general, como la curva de tu empeine o el grosor de tu muñeca, detalles insignificantes, pero serias cuando sos un bailarín.

En cuanto a trastornos psicológicos incrementados en el mundo del ballet, mucho se habla sobre el ambiente competitivo y la obsesión por llegar al punto de perfección más alto. En el thriller Black Swan, la protagonista pasa por episodios de paranoia y auto lesión desarrollados en el proceso de encontrarse con una interpretación perfecta del Cisne negro. Esto puso al ballet en la mira como producción de sobrecargas emocionales para los bailarines. Mismo así en un encuentro organizado en Londres por Dance UK se apuntó que el incremento de los problemas mentales en el ámbito del baile profesional está ligado a “ambientes negativos que  alientan enfoques egocéntricos y promueven la competitividad”.


Por Eileen Aboy







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