La verdad detrás de los conflictos de Colombia: ¿qué está pasando?

Lo que está ocurriendo en Colombia no es una simple protesta momentánea: el pueblo colombiano viene cargando con injusticias a lo largo de toda su historia y es ahora que se logra poner de manifiesto aquella exclusión. El Estado gobierna para unos pocos y en estos últimos tiempos propagó condiciones de miseria e injusticia. 

Durante la pandemia, en Colombia, la contracción del PBI fue de -6.8%. Esto significó una de las caídas más grandes en la historia del pueblo colombiano, trayendo como consecuencia desempleos masivos y un aumento abismal de la pobreza. De acuerdo a esto, el gobierno decidió presentar una reforma tributaria lo que ocasionó que el pueblo comience a protestar y rebelarse.

El 28 de abril comenzaron estas manifestaciones de la que fueron partícipes numerosos colombianos. Ellos piden un salario mínimo, la prevención de la violencia policial y mejoras en salud, educación y una renta universal. Participaron estudiantes, maestros, trabajadores de la salud, agricultores, comunidades indígenas y muchos otros.

Por lo que se ha mostrado en estos últimos días, en los distintos diarios que dan a conocer estas situaciones, las protestas parecen ser indiscutiblemente violentas y “salvajes”. Lo que no se dice, lo que no se muestra, es que la mayoría de las protestas en Colombia son pacíficas. No es necesario explicar por qué los medios muestran solamente una parte de lo que ocurre, ya que es exclusivamente un tema económico y no hablaremos de ello. Pero sí, tener en cuenta que, al menos en el gobierno colombiano, al pueblo, se lo acusa injustificadamente.

Dentro de las protestas se registraron numerosas muertes de manifestantes a manos de las fuerzas de seguridad. Cinco personas murieron durante el operativo, lo que llevó a que sean 24 los homicidios en la capital del Valle. También se registró que la policía y el Escuadrón Móvil Antidisturbios dispararon y arrojaron gases desde un helicóptero a una marcha pacífica en honor a los muertos de la represión.

Muchos manifestantes afirman que había policías sin identificación, de civil y con armas que no estaban permitidas. También había camionetas sin placas. El personal de salud tuvo que retirarse, porque estos estaban tirando gas a todos, incluyéndolos a ellos, y era un entorno sumamente peligroso.

Ante todo esto, la ONU, la Unión Europea, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y otras organizaciones nacionales e internacionales de defensa de los derechos humanos saltaron contra los abusos policiales denunciando el uso desmedido de la fuerza por parte de los agentes.

En cuanto al sistema judicial, el actuar de la fiscalía se basó en criminalizar a las víctimas de los abusos policiales antes que a sus atacantes. Estos asistieron a los hospitales con la intención de culpabilizarlos en lugar de reconocer sus derechos como víctimas. El presidente, Iván Duque, se encargó de respaldar la acción de los uniformados, a quienes consideró víctimas. El personal fiscal no hizo más que respaldar el terrorismo de Estado intensificado por Duque, con el fin de atacar la protesta social y responder militar y violentamente.

Sin embargo, no todos los manifestantes que marcharon por las calles lo hicieron responsablemente. Algunos de ellos bloquearon las carreteras principales impidiendo el paso de bienes esenciales como alimentos, etc.

El Ministerio de Defensa afirma que un oficial fue asesinado y muchos más resultaron heridos. También hubo personas asociadas con las protestas que destrozaron comisarías de policía, prendiendo fuego una de estas en donde había oficiales. Si bien hay muchos que lucharon conscientemente, hay otros que lo hicieron de forma violenta, devolviendo a la violencia, una misma violencia, lo cual es una conducta totalmente errada.

En resumen, quiero destacar la magnitud del peso con el que carga el pueblo colombiano desde hace tiempo. Ante esta nueva reforma era necesario e inminente una reacción de Colombia. Fue, de alguna forma, aquella gota que rebalsó el vaso e ocasiono una gran indignación colectiva. El pueblo tenía que rebelarse, de un modo u otro. Pero al hacerlo este, a cambio, recibió represión, jóvenes fueron asesinados, golpeados y lastimados. Otra vez volvemos a presenciar el famoso “gatillo fácil”, denigrando la vida humana, la vida de todas estas personas las cuales contaban con un futuro por delante, y se les fue arrebatado en nada más que unos segundos. Muchos lloran la perdida de sus parientes, de sus amigos, de gente cercana que luchó por sus derechos y ya no están.

El pueblo reclama por igualdad de condiciones, por una vida más digna y justa. Colombia está cansada y quiere ser escuchada.




Por Valentina Vinchi

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