Viviendo (¿?) - Foto ensayo

En su fotoensayo, María Luz nos invita a reflexionar con imágenes y texto, sobre lo que puede significar "vivir" para una mujer hoy.

Por María Luz Alba Tondi


Un objeto, un simple objeto con filo que representa tantas cosas, tantos estereotipos, tantos ideales. Es simple verlo y tener una mirada ligera sobre él, pero el problema aparece cuando se vuelve necesario en nuestras vidas, se vuelve algo que nos hace ver “mejor”, sobre todo a nosotras, las mujeres, quienes tenemos que cargar con el peso de su significado, lo que tenemos que compartir con este objeto.

Prolijidad, limpieza, belleza, mujeres. Todas palabras que son relacionadas con esta maquinita de afeitado de vello corporal, pero ¿Por qué? ¿Por qué nos imaginamos todo esto de un simple objeto con filo? La respuesta está en la historia, en los comienzos de nuestra historia como mujeres, el tener que estar depiladas para representar estas cuatro palabras, y por ende poder ser respetadas y amadas por un hombre. Y cuando digo historia no me refiero a los años lejanos a nosotros, los que estudiamos en el colegio, me refiero a la historia de los estereotipos formados por nosotros mismos, los que nos apresan y nos condicionan.

Una simple imagen que representa tanto, tantas cosas que pienso cuando tengo en mis manos ese objeto, sobre todo algo, ¿Por qué a las mujeres?


El segundo paso a la belleza impuesta es el maquillaje. Una actividad tan hermosa y llena de arte, de expresión, de perfección. Dentro de esta palabra y su acción, me encuentro con muchísimas opiniones e ideas al respecto de que es y de que debería ser un buen maquillaje en una mujer.

Empezando por la palabra más escuchada y que me genera tanta confusión, “natural”, ¿qué es ser natural, estar naturalmente maquillada? Para una cita, un encuentro, una fiesta, una salida, para lo que sea que esté incluida la mujer, tiene que estar al natural, sin maquillaje “pesado” (que en este caso sería colorido o completo), pero tampoco debemos tener ojeras, granos, no debemos estar pálidas o pareceríamos muertas, tenemos que hacer que nuestros ojos resalten, que los labios se vean bien. Pero ¿cómo hacemos eso? Ser así naturalmente no es natural. El maquillaje llamado natural es con pocos productos, con colores rosados claros y sin brillo por lo general.

Son tantos productos, tantas capas del mismo, tantas cosas que se esconden debajo del maquillaje, pero también tantas sonrisas, cuando nos sentimos lindas, cuando nos sienten lindas.

Hay tantas opiniones como personas en el mundo, al respecto, pero se hizo necesario para ser mujeres, para vernos bien y ser aceptadas por la sociedad en la que vivimos.

Cada vez que recibo un comentario sobre la cara de dormida con la que salgo a la calle, y el por qué no me puse un poco de corrector y máscara de pestañas, me pregunto ¿Por qué me lo preguntas a mí y no a mi hermano?


Las inseguridades nos atacan, día a día, siempre. Escuchamos lo que nos dicen, y lo que no. La palabra estereotipos es tan común, es tan dicha y es tan sufrida por quienes no entran en el estereotipo de mujer “perfecta”. Duele tanto no pertenecer a este rango de perfección, de ideal. Duele sentir que es importante y necesario, que sí o sí debemos ser de una forma. Duele tener que hacer cosas para cambiar un aspecto físico o llegar a un número determinado.

Siendo mujer hay mayor posibilidad de ser juzgada y mirada con ojos de asco, ojos que gritan “para ser linda tenés que ser flaca, pero con curvas”. Teniendo la presión de pertenecer, de ser lo que buscan y lo que nosotras mismas buscamos, porque desde chicas nos inculcaron que ser flacas es lo mejor que nos puede pasar, que eso es ser sanas, y ahora lo que tiene que sanar es nuestro corazón, luego de ser destruido por tantos pensamientos de odio hacia nosotras mismas por no tener ese número deseado en la balanza y por seguir escuchando palabras que no nos hacen falta escuchar, palabras que nos atan a los mismos pensamientos: "no sos suficiente", "no sos linda", "no te van a elegir nunca siendo así".

Este es otro de los pasos a ser la mujer “perfecta”, para entrar en el estándar que se impuso en la sociedad. Pero una vez más me pregunto, ¿Por qué nos marcan éstas cosas a nosotras?


El vestido, la prenda más delicada y hermosa para vestirse, si sos mujer claro. Un vestido ni corto ni muy largo, ni blanco porque se mancha, ni negro porque no es la muerte de nadie. Un vestido sin mucho que decir ni mucho para dar a pensar, una prenda que no implique riesgo de volver o no a tu casa cuando salís a la calle. Un vestido que no te de miedo, que te inspire confianza, pero tampoco tanta para no descuidarte. La prenda que no sea ni muy suelta, para no perder la figura del cuerpo, pero tampoco muy ajustado para no llevarte todas las miradas ni comentarios, para cuidarte de la gente y de sus preguntas. El vestido perfecto es ese que te hace sentir bien, o eso es lo que deseo pensar.

Un pedazo de tela con tantas restricciones.

Podemos transmitir tanto con lo que decidimos ponernos encima, pero nuevamente para ser parte de nuestro tan criticado estereotipo, debemos transmitir delicadeza, finura, prolijidad.

Las preguntas sin respuesta me cruzan la cabeza siempre que me pongo un vestido para una fiesta ¿me lo pongo porque quiero o porque debo? ¿Es seguro ponerme el vestido? ¿Y si no me queda tan bien como creo?


La fragancia que llevamos en la piel nos define, nos identifica, genera recuerdos. Es importante tener un perfume que nos identifique, que nos haga ser reconocidos solo con pasar.

El perfume también es relacionado con palabras que he mencionado anteriormente, palabras que parecen decir más de lo que significan, que hasta pueden llegar a formar una opinión en otra persona sobre vos. Algunas de éstas palabras son finura, higiene, delicadeza, prolijidad y elegancia en muchos casos.

El olor que sentimos en los distintos lugares a los que vamos, nos hacen pensar muchas cosas sobre éste lugar, no es lo mismo el olor del bar que el olor del recuerdo de la casa de tu abuela. Nos dejan impresiones y opiniones. Es peligroso también, ¿qué pensaran de mí que siempre llevo en la piel un perfume dulce? ¿Cambiarían sus recuerdos sobre mí si mi perfume favorito fuese frutal o no tan dulce como la vainilla?

Mi perfume me complementa cuando voy a salir, es un paso obligatorio cuando sé que voy a pisar la calle, que ya tan llena de olores está.

Mi pregunta aquí es ¿Cómo me describen si lo hacen por mi aroma? ¿Qué personalidad tengo?


Por último, tenemos la altura, de donde vemos todo, desde donde nos sentimos a “la altura”. Pero ¿a la altura de quién? ¿Nos debemos sentir “a la altura” de alguien? Los tacos altos son tan difíciles de manejar, un solo tuerce de tobillo y te sentís como cayendo de un puente altísimo, casi como cuando soñamos que nos caemos y damos un salto en la cama.

Son la elegancia y la palabra mujer en su máxima expresión, la pregunta aquí es un “por qué”, realmente no hay accesorio, prenda o zapato que nos represente como género ni como personas.

Los tacones nos hacen sentir poderosas, pisamos las calles con seguridad, como si camináramos por una pasarela hacia nuestros sueños, por lo menos a mí me pasa, pero hay muchísimas mujeres y personas que prefieren usar la comodidad en los pies, unas zapatillas o sandalias sin altura, y se sienten igual de poderosas que las que usamos los tacones.

Hay todo tipo de estilos, alturas, colores, estampados, cuando entramos a una zapatería, siempre tuve una duda hablando de los talles ¿Por qué son todos talles pequeños que no pasan del 39? La respuesta es muy simple, las mujeres tenemos pies de hadas, o así lo hacen parecer. Hay un gran porcentaje de personas que quedan discriminadas cuando no encuentran su par de tacos soñados solamente por la talla.

Aquí es donde nos tenemos que poner a pensar que la diversidad de talles no sólo en tacones, sino también en ropa, la diversidad de modelos, de publicidades, de marcas reconocidas, no son inclusivas, están atrapadas en los estereotipos, y lo están con nosotros, todos somos presas de los estereotipos y de sus consecuencias.

Si tenemos tantos prejuicios, tantas condiciones, tan poca cabeza, tan poca apertura de mente, si tenemos tan pocas ganas de ponernos a pensar que realmente estamos en la cárcel de la discriminación, si estamos tan pendientes de cómo nos vestimos y como se visten los demás, si nos preocupa más nuestro peso que nuestra salud mental y emocional, si estamos tan concentrados en pertenecer en un cuadrado de “perfección”, jamás vamos a vivir.

Tantas cuestiones de género y de apariencia nos hacen alejar de la vida, por eso la pregunta más importante es ¿estamos viviendo?

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