SoLeDaD - Fotoensayo

En este fotoensayo, Lourdes nos comparte en imágenes y palabras su experiencia personal en este año y el descubrimiento de una nueva compañera: la soledad.
Por Lourdes Cegarra



Si la cuarentena me enseñó algo, fue sobre soledad. Era loco no estar rodeada de mi gente todos los días. Me generaba un "noseque" tener que conectarme por videollamada para saber de elles y era hasta divertido, una sensación curiosa, que parecía un juego que se iba a terminar en cualquier momento...







Pasaban los días, semanas y me invadía una melancolía agradable, era un anhelo que la cuarentena terminara pronto, pero tenía la esperanza de que para mitad de año ya estaba. Llegaba a festejar mi cumple y vivir toda la segunda parte un poco más “normal”.










Seguía pasando el tiempo, días efímeros en donde siempre tenía cosas para hacer y me mantenía un poco alejada de tener que pensar toda la situación y hacer un duelo. Entonces nunca paraba un segundo y me sorprendía ver a mis pares tan desanimados. Lo que no me estaba dando cuenta era que no estaba sola, de hecho estaba muy bien acompañada...












La soledad, que tenía mucha mala fama, estaba siendo mi salvadora. Pude visualizarla avanzada la cuarentena. Era muy fuerte darme cuenta de todo lo que me estaba enseñando. Ahí también fue cuando apareció y pisó con fuerza, mi Fe. El testimonio de Jesús me clarificó mucho. Estaba con él, y no había nadie que me comprendiera tanto como él que había tenido una vida muy interiorizada, pero… ¿con la soledad?








De repente toda esa angustia reprimida pudo salir y brotar, para volver a amigarme conmigo y resignificar mi vínculo con la soledad tan temida. Me empecé a dar cuenta que no todo tiene que ser gris y melancólico, que toda mi vida había estado, aunque rodeada y acompañada por gente querida, principalmente conmigo. Y este vínculo era más sagrado que cualquier otro, porque me llevaba a repensar(me), a conocerme para conocer, a curarme y abrazarme de la mano de Dios. La soledad también podía ser pensada con colores.


Mi gata también fue un gran ejemplo. Y también me enseñó a la adaptación y aceptación. Ella todos los días se quedaba en mi casa sola y nadie la molestaba, pero después de la declaración de la cuarentena, comenzó a convivir con 5 personas que le estamos encima todo el día todos los días. Ella más allá de esto, sigue buscando y teniendo sus espacios en soledad, a veces está más mimosa a veces menos. Poder entender eso en mi también era un nuevo desafío.







Desde este momento de revelación, todo se fue abriendo de a poco y cada nueva posibilidad era un gran regalo y razón para agradecer. Volvimos al colegio con las burbujas, pero volvimos, las juntadas con amigues eran más frecuentes y el poder atravesar todo este cierre yendo al Sanjo me fue muy significativo, dejándome acompañar y pudiendo ponerle palabras y llanto a todo lo que me pasaba.







La soledad es una amiga que me llevo para siempre, un vínculo para trabajar eternamente. Aunque es una trampa, nunca estuve, estoy ni voy a estar sola, en cada rinconcito, en cada burbuja, pajarito y florcita que me cruzo, está presente la inmensa presencia amorosa de Dios Padre, aunque muchas veces no pueda verlo, su plan sigue caminando trascendiendo las circunstancias, él se esconde en lo invisible.

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